Hace dos meses creia que los sitios mas tristes eran un panteon, un hospital, una iglesia, aun sigo creyendolo pero he agregado a la lista los eropuertos, desde que trabajo aqui hace menos de dos meses me he sentado a almorzar 4 ó 5 veces en la plaza de comidas y he visto como se van los aviones es un proceso que tarda entre 10 y 15 minutos; junto a la pista hay un espacio donde la gente se coloca para ver como se van sus conocidos, que algunos son ejecutivos y se van en plan de negocio, para volver en dos dias, pero los hay muy humildes, que si creanlo se van en avion, algunos tambien mandados por sus trabajos y volveran en una semana o 15 dias, y hay otros que se van y no tienen pasaje de vuelta, no saben cuando volveran y lo que es peor no saben si volveran.
En ese espacio se quedan madres, esposas, hijos agitando en sus manos pañuelos de esperanza, que tristemente para algun optimista seran olvidadas y no dejan de agitarlas hasta que el avion desaparece por completo, esto es mucho mas triste si en tus oidos suena D-7 de Nirvana, seguido de El marido de la Peluquera de Pedro Guerra y se me queda en la garganta la tristeza de todos esos que estan abajo, y las lagrimas que derraman usualmente las madres, y el retorno a casa que queda con un plato menos sin usar y una cama mas, vacia, debe ser realmente existencial.
Que estaran pensando ellos? los que se fueron... la fecha de regreso? la plata que van a mandar? la empresa por la que la van a mandar? Ojala pudiera saberlo y decirle a cada uno que la soledad que se siente, cuando no se ha sentido nunca, es peor que haber vivido eternamente solo...
Eso fue lo que pense, los aeropuertos en las salas centrales, sobre todo en las ventanas... son realmente tristes...
2 comentarios:
Me gusta el subtitulo de su blog !!
No estaremos leyendo !!
Hasta pronto
Recuerda el dia que aprediste eso en el aeropuerto.. no te sentiste bien? entender tan profundamente algo que parecia simple, no es hermoso y triste a la vez?.
Pues la angustia existencialista que sentimos dia a dia es el cobro que nos hace la vida por adelantado por el hecho de tener el don (o maldición, no se) de SENTIR.
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